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Atrevidas gotas del océano










                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                

Ayer de atrevidos
nos quitamos la máscara y abrimos los brazos para respirar.
.
Respirar el mar, respirar las algas, respirar el viento, con ganas de volar.
.
Ayer de atrevidos, abrimos los brazos, gotas de océano colmaron mis ojos,
el agua fluyó...
Pudo brotar.
.
Llorar no es un drama,
Es vaciar las cargas, y limpiar el alma para continuar...
.
Despertar del sueño,
de creernos solos,
de creernos vagos
de creernos tristes
de creernos lejos
de creernos poco
.
Despertar del miedo que sin ver creamos
Recordar qué somos,
que estamos aquí.
.
Ahora es real, no hay otro tiempo
Somos uno,
somos todo...
Y llegó el momento
de recomenzar...


Escribí esto el día de la Madre dominicana. Había tenido muchas ganas de escaparme con Edgar y los chicos a respirar el aire marino, para sentir la libertad del mar y llenarme de su energía después de dos meses y medio de solo salir dos o tres veces de la casa. 
Como muchas personas en esta época, he pasado por una montaña rusa de emociones que estoy aprendiendo abrazar, aceptar y soltar, y necesitaba respirar un nuevo aire. 
Era tan simple como montarse en el carro, agarrar a los niños y parquearnos frente al mar en el malecón de Santo Domingo, a tan solo un kilómetro y medio de distancia. Pero, aunque no lo digamos, siento que ahora nos asusta todo.
Y aunque lo manejemos con cierta tranquilidad y un día a la vez, en el fondo creo que nos dejamos llevar en algún grado por el pánico colectivo del contagio de un virus aún desconocido (o tan desinformado) que agarró desprevenidos al ser humano y su planeta entero, con un nivel de contagio muy alto, pero no más contagioso y paralizador como el bendito  miedo.



Así es que llega el día en que cansados de tanta "infoxicación", decidimos "asomarnos" al malecón (*) 


(Gran paréntesis...
Quiero decir que esto de la infoxicación impacta aunque personalmente me he vuelto experta en no consumir todo lo que me envían por whatsapp y demás redes aromáticas, y agarrar con pinzas, guantes y hasta tapabocas, cada video, texto, carta de médicos rebeldes, profecías del fin  del mundo, teorías de conspiración, y viceversa. (con lo que he elegido leer y ver, ya tengo mi propia teoría...)

Pero como la sombra no existe sin la luz, desde antes de la cuarentena estoy rodeándome de personas que han aportado en este camino hacia adentro y de auto conocimiento, que comparten la misma elección de ver las cosas desde otra perspectiva para encontrar la paz interior,atravesando primero el puente del perdón... 

El que se mete en este embrollo de conocerse así mismo,  con todas las consecuencias, sabe de lo que hablo. Doloroso atravesar los miedos, mirar a la cara las caretas, las poses, deshojar las capas que hemos puesto al corazón para no sentir lo que no queremos enfrentar y hacernos responsables de nuestras emociones. Quien haya empezado este camino sabe que aunque tenga la certeza de que avanza tres pasos, llega ese día en que siente que retrocede cuatro. Es parte del proceso. Pero es precisamente la aceptación, la confianza, el amor hacia mi propia humanidad, lo que hace que, como un niño de un año, siga intentando ponerme de pie sin caer, hasta que llegue el día que ya no me caiga...(no tan seguido),  al mismo tiempo en que aprendo sin ofenderme, a ver desde otro lugar las críticas que esto pueda generar del exterior..

Cierro paréntesis).

En estos dos meses y medio, ante todo agradezco profundamente esta invaluable oportunidad que he tenido de estar en un "retiro" forzoso y aprender a vivir "confinada" para mirarme el ombligo, y ayudar a descubrir, en mi caso, de qué material está hecho mi propósito de vida. Sí, estoy más allá de la mediana edad, según el promedio, y aún no lo sé. Pero eso deberá ser material para otra oportunidad. 

Vuelvo a mi viaje de un kilómetro y medio al malecón: me bajo del carro, no quiero tapabocas, me siento en desobediencia civil, me importa poco... Aspiro una bocanada de brisa de mar. Respiro. Agarro de la mano a mis hijos y camino hacia él. Lo miro, me fundo en su inmensidad. Las algas flotan, y ya no me parecen tan desagradables. Son parte del paisaje. En ese instante recuerdo la comparación de ser imagen y semejanza de Dios... Somos gotas de océano, y a la vez  somos el océano entero en una sola gota. 

"Somos gotas de agua que brotan de la misma fuente...el espíritu del hombre es prueba del espíritu de Dios, del que procede, como una gota de agua procede del océano"  
El nudo en la garganta que lleva meses desatándose, quiere tirarse al mar. Mis ojos se inundan. Lloro. Siento...Es el momento de recomenzar...

Al otro día las palabras salieron y las gotas seguían brotando. Hace tiempo no escribía... No de esa forma...
¿Puede ser ese mi propósito perdido?











  

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